Todos los que vivimos de cerca el tercer sector sabemos que este creció mucho en los últimos años: influencia social, recursos disponibles, trabajadores remunerados… en paralelo las organizaciones fueron incorporando funciones profesionales que tradicionalmente no tenían: comunicación, calidad, recursos humanos…

Explicar a la sociedad que hacemos, captar recursos para destinarlos a nuestros proyectos, hacer las cosas bien hechas y la primera, o establecer buenos equipos de trabajo son algunos de los frutos derivados del hecho de tener profesionales, que se hacen cargo de las funciones mencionadas. En todo este proceso, las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) omnipresentes en nuestra sociedad, no se incorporaron de forma suficiente a la vida cotidiana del sector.

Invertimos recursos importantes en calidad (procedimientos, auditorías, certificaciones…) pero no pensamos en las TIC como una herramienta fundamental para lograrlo. Apostamos por la comunicación porque, entre otras razones, es la manera de hacernos conocer y captar nuevos recursos para nuestra actividad. En cambio, no tenemos presente que las TIC podrían ayudarnos a reducir nuestros costes, y por lo tanto, a tener menos necesidades de captación.

No es inusual encontrar entidades que utilizan herramientas para funciones que no les corresponden, o donde ciertos procesos se repiten de forma mecánica sin aportar ningún valor añadido y generando además errores que piden horas para ser corregidos. Todo eso, una cantidad fantástica de trabajo innecesario o que fue necesario repetir. Traducido en euros, el número daría para mantener un bueno número de aquellos proyectos que no pudimos tirar adelante porque nadie nos lo financió.

El papel de las TIC en buena parte de las organizaciones del tercero sector es anecdótico más allá de sus usos evidentes. Están porque vivimos en la era de las TIC y estas entraron por debajo de la puerta, casi que sin darnos cuenta. Tenemos ordenadores, acceso a internet, pero de aquí, a hacerlas un activo estratégico aun nos queda mucho camino por recorrer.

Las TIC tienen que ser un factor transversal que contribuya a un mayor y mejor cumplimiento de la misión de cada organización y por esto hace falta que se integren en la planificación estratégica de las entidades, al corazón de cada uno de los proyectos, procesos y actividades.

Cuando hablamos de transversalidad, queremos decir que las TIC pueden estar presentes en todos los ámbitos de trabajo de la entidad, que podríamos agrupar en seis grandes áreas:

  • Proyectos relacionados con los objetivos de la organización.
  • Comunicación y captación de recursos.
  • Sensibilización e incidente político.Fomento de la participación.
  • Transparencia y rendición de cuentas.
  • Gestión interna.

Si tenemos presente que esta apuesta transversal por las TIC suponen, en definitiva, más impacto en la consecución de los propios objetivos, más difusión de la propia actividad y la obtención de más recursos, no debería haber ninguna razón para no hacerlas mucho más presentes de lo que son actualmente. Se trata, en el fondo, de una cuestión de responsabilidad más que de necesidad.

Sería interesante, pues, echar un vistazo a las dificultades con que nos encontramos en este camino de crecimiento en materia de TIC y que nos impiden su plena adopción.

Obstáculos en la penetración de las TIC

Los obstáculos que dificultan una mayor penetración de las TIC en nuestras entidades se manifiestan alrededor de dos grandes áreas:

  • Conocimiento y formación.
  • Recursos económicos

Conocimiento y formación

Con más conocimiento en materia de TIC, los gestores y los trabajadores podrían tomar más decisiones orientadas a aprovecharlas. Y, al mismo tiempo, una mayor formación permitiría un uso significativamente más eficaz y eficiente de las diversas herramientas y recursos TIC que las entidades y los profesionales tenemos el alcance.

En este proceso las entidades y sus miembros deberían tener presentes actitudes como la pasión por el aprendizaje, la voluntad de la autosuficiencia tecnológica, la superación del “siempre lo hicimos así” y la apuesta lo pones conocimiento distribuido y compartido.

Todo el conjunto debería apuntar al objetivo de conformar, más que personas, organizaciones que aprenden.

Recursos económicos

Por otra parte, los directivos son reticentes a asignar fondos al área TIC, aduciendo la necesidad de priorizar los proyectos encaminados a cumplir que misión de la organización, en un contexto habitual de escasez de recursos. Una lectura en clave de inversión y no de gastos facilitaría la incorporación de herramientas TIC, que en buena parte de los casos quedarían plenamente justificadas por los beneficios que aportarían.

De todas maneras, igual que en la captación de conocimiento, las entidades también pueden utilizar estrategias específicas en la captación y asignación de recursos para la ejecución de proyectos TIC, más allá de la inversión directa de recursos propios, que siempre es una opción.

Una vez más, hay que tener presente el papel que el voluntariado puede ejercer, pero también la disponibilidad de herramientas y bases de programación de código abierto disponibles libremente en Internet, los nuevos paradigmas de desarrollo en contorno web que permiten la creación de aplicaciones mucho más afinadas y en constante evolución con menos inversión, y la posibilidad de construir herramientas de forma colectiva y compartida con otras entidades.

Allí donde la ausencia de tecnología obligaba a invertir mucho más tiempo en la recopilación de información, podría haber más tiempo de calidad para los beneficiarios. Allí donde era necesario parar la actividad para hacer números o gestionar ayudas, podría haber más tiempo para la atención a las personas. Allí donde los gastos daban miedo, encontraríamos un ahorro en forma de horas de profesionales aprovechadas para lo desempeño de la misión de la entidad y no dedicadas a hacer tareas sin valor añadido. Y allí donde la no supervisión y puesta al día de una primera buena iniciativa había provocado pérdida de conocimiento en un traspaso mal hecho, encontraríamos herramientas documentadas y progresivamente adaptadas a los nuevos desafíos y demandas de la actividad de la entidad.

Angel Rodríguez
Socio Consultor de Algalia Servicios para el Tercer Sector

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