La gran familia de las entidades de economía social tiene, entre sus principios, la primacía de las personas sobre el capital y la aplicación de los resultados en función del trabajo aportado. Asimismo, también reflejan sus fines la promoción de la solidaridad interna y con el entorno, favoreciendo la igualdad de oportunidades, el desarrollo local, la igualdad de hombres y mujeres, la cohesión social, la generación de empleo estable y de calidad, la sostenibilidad y la conciliación personal y familiar.

Pero… ¿Cómo medir y visualizar ante la sociedad la consecución de estos principios? ¿Cómo trasladar el valor que le aportan las entidades de economía social en la consecución de sus objetivos?

La tradicional perspectiva neoclásica del valor instaurada en nuestra sociedad desde los tiempos de Milton Friedman y que llega hasta nuestros días, identifica el valor social con el valor económico y, en definitiva, con el beneficio, de manera que la maximización del valor social aportado se logrará maximizando el beneficio. A su vez, el instrumento que nos permite cuantificar dicho beneficio es la contabilidad.

Para las entidades de economía social el beneficio no puede ser el indicador que mida el valor social porque éste queda supeditado, en muchos casos, a otro tipo de objetivos para la consecución de sus principios y sus fines. En este contexto la Contabilidad Social viene a dar una respuesta íntegra.

Por un lado, determina el valor aportado, no sólo a los propietarios de la entidad, sino a todos los grupos de interés con los que se relaciona, integrando en su propuesta a todos los actores incorporados en los principios de la economía social.

Por otro, lo hace a través de dos grandes ecosistemas de valor. El Valor Social de Mercado recogerá el valor generado a través de las operaciones de mercado (tienen un precio y están registradas contablemente) y el Valor Social de No Mercado recogerá el valor generado a través de las operaciones que no tienen precio ni registro contable, sino impacto social directo y que pueden suponer más del 40% del valor total.

De esta forma, la Contabilidad Social se convierte en un modelo de gestión que complementa la información de la contabilidad tradicional y que es de gran utilidad en los siguientes ámbitos:

  1. Comunicación: La Contabilidad Social se convierte en un gran elemento de comunicación interna y externa de la entidad visualizando el valor social generado a los distintos grupos de interés con los que nos relacionamos y, en general, a la sociedad.
  2. Estrategia: Nos permite identificar en que ámbitos de la entidad estamos generando valor y de esta forma podemos orientar la estrategia (nuestros objetivos y acciones) hacia las actividades que generan mayor valor, y ayudan a cumplir los principios y fines de la entidad.
  3. Gestión: Al incorporar en la monetización del valor a los diferentes grupos de interés los empoderamos, haciéndolos partícipes del resultado y generando un gran factor motivacional. Al mismo tiempo los indicadores y métricas de la Contabilidad Social se pueden incorporar en otros sistemas de gestión de la entidad.
  4. Impacto: Nos permite recoger los impactos generados en distintos ámbitos.

En Algalia os acompañamos para ser una organización efectiva capaz de lograr resultados de forma eficiente y perfectamente alineada con vuestros valores como entidad de economía social.

Ángel Rodríguez, responsable de Contabilidad Social del Área de Consultoría.

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