Dejando de lado ahora a las personas usuarias, clientes, destinatarias, participantes, beneficiarias… (¡cuántas denominaciones diferentes para las mismas personas! En el tercer sector de acción social está todavía pendiente cómo denominar de una forma satisfactoria a este colectivo), es habitual oír decir a personas con responsabilidades directivas en organizaciones de economía social, que su activo más importante son las personas. Se refieren a personas directivas, profesionales, voluntarias… en definitiva, a las personas que ayudan a otras personas, ya sea prestando un servicio o elaborando un producto.
Efectivamente, hablando de activos, y viendo a las personas como un recurso, cuantitativamente es así: la partida presupuestaria dedicada a personas, sobre todo en la economía de los cuidados, es la mayor en las cuentas anuales.
¿Nos basta esta mirada para dar cuenta de esta realidad? ¿Hay algo más allá de los recursos?
Hay muchas organizaciones que se esfuerzan por demostrar con hechos que las personas que forman las organizaciones son valiosas por sí mismas, y algunas que siguen atrapadas en paradigmas poco adaptados a lo que quieren y merecen esas personas. En definitiva, hay organizaciones centradas en todas las personas, y otras, en el mejor de los casos, enfocadas en procesos que cuentan con la contribución del recurso humano.
¿Qué estamos construyendo con nuestras organizaciones?
Considero que hay un latido inicial que parte de una toma de conciencia personal, que puede estimularse, pero que no puede ser suplantada, que le corresponde a cada cual que se adentre en una mínima reflexión. Ese latido tiene que ver con un preguntarse sobre cómo veo, y por lo tanto son para mí las cosas, y cómo me relaciono con esa realidad que construyo.
¿Qué lecturas hago de la sociedad en que vivo, de la organización en la que trabajo, de la tarea que me ocupa? ¿Me hace sentir bien, plena? ¿Contribuye a algo que siento que merece la pena, que va más allá de la obtención de unos recursos que necesito? ¿Está siendo mi vida una vida disfrutada, también en lo laboral? ¿Estoy disfrutando a tope?
Muchas personas se adaptan acríticamente a una realidad que describen con entusiasmo las conductoras de programas musicales de radio fórmula (Los 40, para entendernos): “Ya estamos a miércoles y queda menos para el fin de semana. ¡Mucho ánimo! Y ahora con vosotros, lo último de Bad Bunny”
La traducción de esto, exagerando, podría ser algo así: “Ya queda menos de esta mierda que vives durante 5 días a la semana, que no te deja vivir, y pronto podrás alcanzar lo que realmente te importa: la vida de la libertad, de levantarte cuando te dé la gana, de disfrutar de verdad. Una vez pagado el peaje semanal, ya que al trabajo no se viene a disfrutar, ¡solo faltaba!, te darán tu salario para que pagues la vida que quieres efectivamente vivir”.
Sé que estoy exagerando, pero ese patrón de relación con el trabajo está ahí…
¿Y que deseamos, seguramente merezcamos, y que algunas organizaciones nos han demostrado que es posible?
Queremos vivir todo el rato, no solamente el fin de semana o vacaciones. Llevar a nuestro trabajo todo lo que somos capaces, lo que nos ilusiona, lo que sabemos, lo que sentimos, nuestras cosas. Queremos vivir plenamente.
Queremos sentirnos libres en nuestras organizaciones. Poder decir a cualquiera qué no nos gusta de lo que vemos, y cómo podríamos mejorarlo. Hacerlo libremente, con la seguridad de que no habrá represalias por lo que comentemos, ya que todas estamos comprometidas con lo que llevamos adelante conjuntamente.
Queremos que el trabajo pueda ser un espacio donde estén en la misma línea lo que yo deseo, cuales son mis objetivos y mi propósito vital, y lo que mi organización quiere lograr, cuáles son sus objetivos y su propósito de contribución social.
Las organizaciones más exitosas del momento, aquellas que consiguen recoger e impulsar todo el potencial de las personas que la componen, son las que generan espacios en los que lo que queremos sea viable. No es fácil, pero es posible. Lo hemos visto.
Estos espacios requieren comprometerse personal y colectivamente con unos pocos enfoques y compromisos: la transparencia radical, el compartir el poder (estatus, privilegios…) en un liderazgo compartido, el ajustar estructuras, el apostar por un profundo y fructífero trabajo en equipo… Requiere voluntad y formación.
El paradigma TEAL, hacia el que las organizaciones pueden evolucionar en su esfuerzo de adaptarse a la complejidad y globalidad de nuestro mundo hiperconectado, nos abre itinerarios para crear lo que deseamos y merecemos.
Además, la causa que defendemos y el propósito de nuestra organización, recibirán un caudal de energía que a veces no somos ni capaces de imaginar, y que proviene de un colectivo de personas que viven plenamente, trabajando en equipos que se autogestionan, y conectadas con el propósito evolutivo de su organización, que hacen plenamente suyo.
Si quieres profundizar un poco en lo esencial de esta propuesta, puedes dedicar veinte minutos a escuchar la inspirada intervención de Ander Mimenza, profesional de EDE Fundazioa que colabora con ALGALIA en el programa VIRADA, sobre cómo hacer organizaciones en las que la personas están realmente en el centro.
Desde VIRADA confiamos en poder compartir en breve con vosotras nuestra propuesta de acompañamiento a entidades de economía social para transformar su cultura organizacional hacia un referente TEAL.
David Pereiro. Responsable del Programa VIRADA.