Aprendiendo a aprender. Primero de dos

Proceso en espiral” Foto de fdecomite (CC)

Tomar conciencia sobre qué es aprendizaje, para qué desarrollamos esta competencia, en qué lugar se desarrolla y cómo opera, nos ayudará a ser más efectivos: a elegir adecuadamente qué aprender y a conseguir nuestros resultados.

Efectividad en el aprendizaje: el para qué.

Queremos aprender para lograr en el futuro una situación diferente que responda más favorablemente a nuestros deseos: quiero aprender a nadar para no ahogarme, para disfrutar del agua, para sentirme libre…; quiero aprender a “decir no” para no sobrecargarme, para no asumir responsabilidades que creo que no me corresponden, para disponer de tiempo…; quiero…

Aprendemos para ser personas más poderosas, personas con más capacidad de acción y elección, ya que entendemos que estar en esa condición nos permitirá obtener más resultados de la vida, darle más sentido y ser más felices, en definitiva.

No disponemos de energía, ni tiempo ilimitado para invertir en aprendizaje.

No tenemos tiempo cronológico, el de reloj (“cronos”), ni tiempo de “oportunidad” (“kayros”). Este último es el que tiene que ver con momentos para el aprendizaje. Por ejemplo, una niña o niño de pocos años tiene periodos “ventana” para incorporar aprendizajes significativos. Si no se activan, esa oportunidad se desactiva para siempre. A su vez, un niño o niña de pocos años, no está preparada para aprender cosas que se aprenden en la vida adulta. Cada “cronos” tiene sus “kayros”.

Efectividad tiene que ver con administrar la energía y el tiempo: saber elegir qué aprender. Tan importante como obtener los resultados del aprendizaje, es decidir cuál es el aprendizaje a incorporar para ser una persona más poderosa, tener más capacidad para elegir, para ser más feliz. ¿Ha elegido bien René Zellweger? ¿Ha sido efectiva?

Qué disposición requiere y qué se pone en juego.

El aprendizaje sigue un movimiento en espiral (me propongo algo, pruebo, veo como va, reoriento para la siguiente y me vuelvo a proponer algo nuevo, ya que he aprendido algo en este primer ciclo). Es un proceso en espiral muy parecido a lo que los expertos en gestión de calidad denominan Ciclo PDCA.

Esta dinámica requiere que la persona que aprende salga de su zona de confort (esos aprendizajes que, afortunadamente, hemos interiorizado y hacemos en automático. Cualquier conductora de más de 10.000 km de experiencia al volante sabe de que hablo…), para ir a una zona de expansión en la que la persona que aprende no está tan cómoda. Es en esa “incomodidad” donde puede suceder el aprendizaje (no se incorporan aprendizajes por el mero hecho de la desubicación), siempre que no se llegue a una situación de pánico paralizante.

Una persona con miedo al agua puede aprender a nadar, y tendrá que enfrentarse a experimentar en ese medio que considera hostil para incorporar nuevas sensaciones, para vivir nuevos mundos. Empujar a la piscina el primer día a una persona de estas características la hace entrar en pánico: comprometerá posteriores intentos de aprendizaje.

En el aprendizaje entra en juego nuestro cerebro (lo que pensamos), nuestro corazón (lo que sentimos) y nuestro cuerpo en su conjunto (lo que “resuena”). Una persona aprendiz se sitúa en un contexto concreto de aprendizaje con todo su ser (sus pensamientos al respecto del aprendizaje, sus emociones sobre lo que va a emprende, con su disposición corporal para enfrentarse a algo nuevo).

Algún “cómo” se desarrolla.

Hay muchos modelos que pretenden aprehender como sucede al aprendizaje. Son modelos. Uno útil es considerar el proceso ubicado en dos ejes: en el de las “x” situamos la conciencia sobre la incorporación de una nueva conducta, y el de las “y”, la competencia que se desarrolla en esa conducta que queremos incorporar.

Cruzando estos dos ejes, nos aparecen cuatro cuadrantes:

  1. Inferior izquierda, en el que soy II: inconsciente de mi incompetencia.
  2. Superior izquierda, en el que soy CI: consciente de mi incompetencia.
  3. Superior derecha, en el que soy CC: consciente de mi competencia.
  4. Inferior derecha, en que soy IC: inconsciente de mi incompetencia.

Es más fácil verlo con un ejemplo. Por ejemplo, el aprendizaje de “decir que no” (resulta más sencillo de entender con un aprendizaje manual, como conducir un coche o andar en bici, pero eso ya lo sabemos la mayoría).

  1. II: no tengo ni idea de que algo que puede estar comprometiendo mi vida personal o profesional, porque no me permite tener poder para diseñar otras acciones, es que no sé decir que no. ¡No me entero de que no tengo ni idea!
  2. CI: primer paso para el aprendizaje, la toma de conciencia. Hago una declaración de ignorancia (esto requiere, además de otras cosas, mucha humildad): sé ahora que no sé decir que no, y que esto no es bueno para mi, ya que me resta capacidad y posibilidades. Lo he aprendido porque lo he sentido en el corazón, me he dado cuenta reflexionando o mi cuerpo me ha dicho: ese dolor de espalda, esa jaqueca, ese cansancio… tiene que ver con esto.
  3. CC: continúa el cambio. Hago cosas nuevas, me atrevo, pruebo, veo que pasa… Soy consciente de que estoy comportándome con la competencia que quiero, que espero de mí… Tengo vértigo, me da miedo, no me atrevo… Tengo “subidón”: me he atrevido, he superado el miedo… Tengo que estar muy encima de mi misma, ya que me despisto. ¡Parezco una conductora novel!
  4. IC: la práctica, y la resituación del sistema en el que participo, me han llevado a “decir que no” sin tanto esfuerzo. Está interiorizado, y cuando lo necesito decir, no tengo que emplear una energía enorme. Soy inconsciente de mi competencia. ¡Hecho! Ahora, a aprender otra cosa… tengo energía para ello. ¿Cuál es el siguiente reto para ser efectiva?

En otro boletín, seguiremos presentando tipos de aprendizaje, y sujetos de aprendizaje. Hasta ese momento, te invito a viajar a la zona de expansión e incorporar la potencia de un aprendizaje nuevo. Ánimo!

David Pereiro
Socio Consultor de Algalia Servicios para el Tercer Sector

Volver